sábado, 10 de noviembre de 2012

Sobre Reverenciar al Santísimo, Indaga a la Mula y a la Oveja

"Yo no entiendo a los católicos. Si yo creyera que Cristo está en la Hostia no me quitarían de estarlo adorando. (...), ¿Cómo quieren que les creamos?"
Verídica frase de un protestante anónimo. *
"Si yo creyera lo que ustedes afirman, que en esta hostia el Hijo de Dios está realmente presente, yo me arrodillaría y nunca me volvería a levantar."
Verídica frase de un ateo anónimo.*
Risiblemente y para dar respuesta con actos mejores que palabra cualquiera pronunciada por hombre, se nos aparecen dos personajes cuyas capacidades irracionales sobrepasaron a los vericuetos del razonar del modernista. La necesidad y la justicia de arrodillarse frente a Jesús Sacramentado...

1. Lo entendió una Mula:

(...) Si quieres que yo [incrédulo] crea en ese misterio, has de hacer el siguiente milagro: Yo tengo una mula; la tendré sin comer por tres días continuos, pasados los cuales nos presentaremos juntos ante ella: yo con el pienso, y tú con tu sacramento. Si la mula, sin cuidarse del pienso, se arrodilla y adora ese tu Pan, entonces también lo adoraré yo.

Aceptó [San Antonio de Padua] la prueba y se retiró a implorar el auxilio de Dios con oraciones, ayunos y penitencias.
Durante tres días privó el hereje a su mula de todo pienso y luego la sacó a la plaza pública. Al mismo tiempo, por el lado opuesto de la plaza, entraba en ella San Antonio, llevando en sus manos una Custodia con el Cuerpo de Cristo; todo ello ante una multitud de personas ansiosas de conocer el resultado de aquel extraordinario compromiso contraído por el santo franciscano.
Encaróse entonces el Santo con el hambriento animal, y, hablando con él, le dijo:
San Antonio de Padua

-En nombre de aquel Señor a quien yo, aunque indigno, tengo en mis manos, te mando que vengas luego a hacer reverencia a tu Creador, para que la malicia de los herejes se confunda y todos entiendan la verdad de este altísimo sacramento, que los sacerdotes tratamos en el altar, y que todas las criaturas están sujetas a su Creador.

Mientras decía el Santo estas palabras, el hereje echaba cebada a la mula para que comiese; pero la mula, sin hacer caso de la comida avanzó pausadamente, como si hubiese tenido uso de razón, y, doblando respetuosamente las rodillas ante el Santo que mantenía levantada la Sagrada Hostia, permaneció en esta postura hasta que San Antonio le concedió licencia para que se levantara (...)

2. Lo entendió una oveja (figura alegórica del extravío):

San Buenaventura refiere que, cierto día, estando [San Francisco de Asís] en el convento de Nuestra Señora de los Angeles, una persona tuvo a bien regalarle una ovejita, y la recibió con mucho agradecimiento, porque le complacía ver en ella la imagen de la mansedumbre.

San Francisco de Asís
Después de recibida, mandó San Francisco a la ovejita que atendiese a las alabanzas que se tributaban a Dios y no turbase la paz de los religiosos con sus balidos. El animal, como si hubiese entendido al siervo de Dios, observaba con fidelidad su mandato pues tan pronto como oía el canto de las divinas alabanzas en el coro, se aquietaba, y si alguna vez se metía en la capilla, quedábase inmóbil en un rinconcito sin causar la menor molestia.

Pero el prodigio era ver cómo después del rezo divino, si se celebraba el santo Sacrificio de la Misa, al tiempo de elevar el sacerdote la Sagrada Hostia, la ovejita, sin ser enseñada de nadie, se ponía de pie e hincaba las rodillas en señal de reverencia a su Señor.


¿Qué es lo que no entiendes tú, a quien hay que reiterar y convencer con palabras?

Con el paso de las horas, y bajo los sofismas de falsa austeridad, actualidad posmoderna y/o conveniencia locativa, desaparecen progresivamente los reclinatorios de capillas y parroquias y con ellos el espacio entre las filas de bancas (ahora silletas plegables) impidiendo al fiel de un modo u otro a colocarse de rodillas.
Bajo el pretexto de la secundariedad de los signos externos, a doquier se prescinde de los mismos, transformando ambientes privativos para la oración y la adoración, en lo que no parecen otra cosa que meros establecimientos de reunión.
Parte constitutiva de un ¡¡¡Arriba todos!!! no verbal, que se erige ahora en la Casa de Dios, en contra de las santas e inestimables prácticas (por demás bíblicas) de hincarse para orar y más específicamente de estar de la manera más digna ante el Santísimo Sacramento y al momento de recibirlo.

Junto a esta progresiva pérdida vivencial personal, se diluye también el poder mostrar a los indoctos* y compartir con otros la verdadera eficacia y la necesidad de la fe eucarística, tesoro singular e inmutable de la fe católica. ¿Tú que lo sabes, tú que lo entiendes, por qué no te hincas, por qué no te postras?

Y es que se pretende desconocer por completo el corazón de los simples, al que se convence y educa más fácilmente con lo que se ve que con lo que se dice, cosa que aplica al viejo refrán de "una imagen vale más que mil palabras".
Se presupone erradamente con estas simplificaciones, que la cultura reinante en las parroquias, entiende de la sacralidad del sacramento y que esta se supone perdurable, estimando que cosas como estar de rodillas, son signos caducos e innecesarios que no hacen parte de una correcta praxis y que son de alguna forma prescindibles en la vivencia sacramental.
Ante tales situaciones contemporáneas, no es de extrañarse la falta de observancia y reconocimiento de la Presencia Real de Cristo en el Augusto Sacramento por parte de tantos, que ahora observan durante la consagración y la comunión, el transcurso de una mera rúbrica de la Misa, sin la capacidad de discernir acerca de la absoluta centralidad de la fe en el sacramento.


Si aun no lo eres, hazte oveja o hazte mula pero observa a los santos y bajo pretexto de no prohibición explícita, no formes parte de un movimiento conducente a la desidia religiosa y la perdida de la vivencia espiritual y de la más pristina y adecuada piedad.

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