sábado, 11 de agosto de 2012

Estamos con el Papa. ¿Y en la Liturgia?

Como parte del proceso de la Nueva Evangelización, mucho se habla hoy de una necesidad de adhesión total al magisterio y de una total unión y fidelidad al Sumo Pontifice. Estamos sin duda alguna en la época de "catequesis de Mateo 16,18 para todos".
Pero en lo que respecta a numerosos asuntos doctrinales y de forma, es lícito como católico preguntarse, ¿cuándo fue la última vez que los que tan inequívoca adhesión promulgan supieron algo del Papa y de lo que en su potestad decreta o aconseja para la Iglesia Universal?
Porque no nos es desconocido que en tiempos de arrieros y comunicaciones terrestres, aun cuando todo decreto pontificio llegaba mucho tiempo, incluso años después de su emisión, la Iglesia no vacilaba en responder a sus directrices con prontitud.
Ahora a pesar de estar en los tiempos de telecomunicaciones de alta velocidad se puede percibir consistentemente una desconexión absoluta y masiva del magisterio, habiendo un reconocimiento del Papa meramente de palabra y en adhesión a sus pronunciamientos de índole social y motivacional. Pero, en asuntos de la práctica religiosa, de los avances, problemas y de los nuevos retos para la Iglesia, muchos desconocen, o en un caso más grave, otros deciden desconocer sus consejos, advertencias, regulaciones, renovaciones y demás. Estos últimos, en un ánimo quizas de un continuismo inmune a incomodidades, a retomar el estudio con finalidades catequéticas, a la controversia y a la exigencia.

Este post se propone informar acerca de dos "perlas" de la renovación litúrgica propuestas y recordadas por el Papa Benedicto XVI, pero que aun son ignoradas u omitidas a doquier.
Modernismo autodidacta, desconocimiento u omisión deliberada? Es responsailidad de cada cual autoevaluarse:

"Por muchos"(Pro Multis) Vaticano, 2006 Decreta  la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que las palabras de la Consagración del vino en la Sangre de Cristo deberían serán modificadas universalmente, para adecuarse correctamente a la versión original en latín.
Tal decreto aprobado por el Papa Benedicto XVI el 17 de octubre de 2006, indica un cumplimiento en el plazo de 2 años (absoluta vigencia en 2008), y dice acerca de las palabras sobre la Sangre de Jesús “será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”; que se retomarán las palabras “será derramada por vosotros y por muchos”; para así reflejar mejor el original en latín “Pro multis”.
Expertos de la Congregación explicaron que el cambio de palabra no es irrelevante desde el punto de vista teológico ya que el original en latín, traducido inadecuadamente a las diversas lenguas después del Concilio Vaticano II, evidencia que, aunque la Redención es accesible para todos los hombres, no son todos los que la acogen adecuadamente y la hacen realidad en sus vidas.

Un crucifijo en el altar: 2012 En un anuncio previo a la Semana Santa, observamos que la Cruz sobre el altar hace parte de la renovación litúrgica propuesta de Benedicto XVI. La visibilidad de la cruz del altar está presupuesta por el Ordenamiento General del Misal Romano: “Igualmente, sobre el altar, o cerca de él, colóquese una cruz con la imagen de Cristo crucificado, que pueda ser vista sin obstáculos por el pueblo congregado” (n. 308). No se precisa, sin embargo, si la cruz debe estar necesariamente en el centro. Aquí intervienen por tanto motivaciones de orden teológico y pastoral, que en el estrecho espacio a nuestra disposición no podemos exponer. Nos limitamos a concluir citando de nuevo a Ratzinger: “En la oración no es necesario, es más, no es ni siquiera conveniente mirarse mutuamente; mucho menos al recibir la comunión. [...] En una aplicación exagerada y malentendida de la 'celebración de cara al pueblo', de hecho, se han quitado como norma general – incluso en la basílica de San Pedro en Roma – las Cruces del centro de los altares, para no obstaculizar la vista entre el celebrante y el pueblo. Pero la Cruz sobre el altar no es impedimento a la visión, sino más bien un punto de referencia común. Es una 'iconostasis' que permanece abierta, que no impide el recíproco ponerse en comunión, sino que hace de mediadora y que sin embargo significa para todos esa imagen que concentra y unifica nuestras miradas. Osaría incluso proponer la tesis de que la Cruz sobre el altar no es obstáculo, sino condición preliminar para la celebración versus populum. Con ello volvería a estar nuevamente clara también la distinción entre la liturgia de la Palabra y la plegaria eucarística. Mientras en la primera se trata de anuncio y por tanto de una inmediata relación recíproca, en la segunda se trata de adoración comunitaria en la que todos nosotros seguimos estando bajo la invitación: ¡Conversi ad Dominum – dirijámonos al Señor; convirtámonos al Señor!” (Teología de la Liturgia, p. 536).


En estos tiempos de crisis y de nueva evangelización, ¿estamos verdaderamente propuestos en nuestras parroquias a estar en la tan afamada "comunión plena" con el Santo Padre en obediencia a él en lo que respecta a la liturgia?
Compartirás este documento con tu párroco por el bien de la unidad de la Iglesia?

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Otras anotaciones del Santo Padre acerca de la Liturgia:







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